Cereros y confiteros

Andres Francés, cerero y confitero.

Andrés Francés Sanchis (Andreu Domingo Hyacinto) nació en Ontinyent en 1667. Sus padres, Bartolomé y Francisca, contrajeron matrimonio casi una década antes, en junio de 1658, en dicha localidad. Fue el sexto hijo de doce hermanos y, aunque desconozco el futuro de cada uno de ellos, imagino que para Andrés, Andreu, debió ser preciso buscarse la vida desde bien jovencito.

Andrés casó en primeras nupcias, en 1698, en la parroquia de El Salvador, con Ángela Guillen. Tenía 29 años. No he localizado hijos de este primer matrimonio. En cualquier caso, no debió esperar mucho tras enviudar para casarse, ya que en noviembre de 1703, una nueva Ángela entró en su vida. Ángela Rufete Amorós, quince años más joven que Andrés. Ángela merece un lugar destacado entre mis ancestros al ser la primera mujer de la que tengo constancia de entre todas ellas que firma un documento (1).

Once hijos, entre 1704 y 1725, serán fruto de este matrimonio. De María, una de ellas, proviene una de las ramas de mi abuelo materno. De Andrés y Ángela, en concreto, me separan nueve generaciones.

Andrés Francés y Ángela Rufete. 1731. Jose Martínez de Rodríguez. AHO.

El Gremio de Cereros y Confiteros

Andrés era cerero y confitero.

Y aquí andamos. Indagando cómo debió ganarse la vida este matrimonio, en qué consistía tan dulce oficio y la curiosa relación entre cera y dulces.

Resumiendo mucho la historia, el cerero ya hacía confitería antes de la llegada del chocolate con la miel de los panales. Parece que antes de que el cacao cruzara el Atlántico y llegará en el siglo XVI a España, el azúcar era básicamente un remedio curativo (2) y brillaba por su ausencia en los platos dulces. Madre mía, hay que ver cómo cambian los tiempos…

Y así, era, por tanto, la miel de los panales la que se encargaba de endulzar los paladares de los más golosos. Y era el cerero, quien acercándose al panal, se hacía con la cera para producir velas, además de la miel con la que elaboraba recetas dulces (miel con almendras, mermeladas y confituras con miel y membrillos, etc.) Parece lógico que, a partir del siglo XVI, con la llegada del cacao, el cerero ampliara sus funciones y se hiciera cargo del mismo.

Cerero - Siglo XVIII

Ordenanzas del Gremio de Cereros y Confiteros de la ciudad de Valencia y su reino


Como dato curioso, dos confiteros vecinos u originarios de Orihuela fueron procesados por el Tribunal de la Inquisición de Murcia en 1720 por judaísmo:

  • Antonio Ruiz de Mendoza y Margarita Figueroa, su mujer.
  • Francisco Melo, cerero y confitero, su mujer Clara García y sus hijas Francisca y Mencía.

Y como colofón, me atrevo a anotar una receta de confitería o repostería que bien podría haberse elaborado en los hornos de la Orihuela del siglo XVII: Las Almojábanas. Un dulce que según la tradición es de origen árabe y ya aparece en tratados de cocina del siglo XIII. Harina, aceite, huevo y miel son sus ingredientes básicos y su simple nombre me evoca Orihuela y su Semana Santa. Como todo postre o plato familiar, es pasado de generación a generación, y cada casa tiene su receta. La que a mí me ha llegado es la siguiente:

  • 3 tazas pequeñas de agua
  • 1 taza pequeña de aceite
  • 3 tazas pequeñas de harina
  • 5 huevos
  • Miel para el almíbar
  • Una pizca de sal

Preparación:

1. En un cazo ponemos a calentar el agua con el aceite y la sal. Cuando esté hirviendo en una sartén se va echando poco a poco la harina hasta deshacerse (o a lo bruto, toda la harina de golpe, para que se escalde). El caso es que se ha de remover hasta que no queden «mendrugones».

2. Uno a uno, se van añadiendo cinco huevos a esta masa. Cada huevo se añade cuando el anterior esté perfectamente ligado con la masa. El objetivo es una masa ligada y brillante, que será la base para cada almojábana.

3. Precalentamos el horno.

4. En una bandeja forrada con papel de horno, vamos colocando cada almojábana con los dedos mojados haciéndoles el típico agujero donutero y «hala, a hornearse», tiempo según hornos.

5. Tras el horneado, se dejan enfriar, y posteriormente se bañan en un almíbar de miel.

Y ahora que la celiaquía ha llegado a mi vida por la puerta grande, encantada de haber encontrado esta opción para «barriguitas sensibles». Debo ponerme a ello e intentar evocar tiempos pasados:

https://experienciasdulcesexperiencias.blogspot.com/2017/04/almojabanas-o-almohabenas-de-la-vega.html

(1) Ángela Rufete Amorós, nieta de Ginés Amorós, notario.

(2) El azúcar era utilizado como remedio contra la fiebre y la tos seca, así como para tratar enfermedades estomacales y males del pecho, e incluso la peste del siglo XIV. La frase «como boticario sin azúcar» era sinónimo de falta de recursos para hacer algo.

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