No era una vida fácil la del siglo XVIII. Los impuestos sobrecargaban a los no privilegiados mientras que los más poderosos, nobles y eclesiásticos, quedaban exentos de la mayoría de ellos. Por otra parte, se trataba de una tributación caótica y que, para máyor deseperación, resultaba insuficiente para la Hacienda pública:
a) La fiscalidad eclesiástica se basaba en el cobro del «diezmo» y de las «primicias», a las que había que añadir el «voto del Apostol Santiago«, las «menudas» y las «limosnas de pie de altar«…
b) La fiscalidad civil era más compleja y suponía la tributación de rentas generales (aduanas), rentas provinciales (alcábala, cientos, millones…), rentas estancadas (sal, tabaco y naipes) y rentas especiales o locales (en Murcia, la sosa, la barrilla y la seda).
Sin embargo, pese a este complejo y «asfixiante» sistema de tributación, la Corona no disponía de suficientes ingresos y hubo de acudir a la venta de numerosos oficios públicos, crear nuevos impuestos («media annata») o crear nuevos cargos reales. Añadamos otros impuestos como la sisa (tasa fijada a la compra al por menor de productos de uso común como carne, pan, vino, pescado…), el pontazgo, el portazgo y los montazgos o incluso las «alcabalas del viento» que se cobraba a los forasteros que acudían a vender a las ferias o comercios de una localidad (1)
Tras el fracaso de la reforma del sistema impositivo castellano en las primeras décadas del siglo XVIII, a mediados de siglo, el rey Fernando VI dió el visto bueno a la puesta en marcha de un vastísimo proyecto que bajo el nombre de «Proyecto de Única Contribución» planteaba una reforma general y modificar la fiscalidad de la Corona Castellana reduciendo todas las rentas generales a un único impuesto. Para alcanzar este cometido era necesario conocer con exactitud la riqueza de cada vecino del Reino. El proyecto fue firmado por Fernando VI en un Real Decreto de octubre de 1749, y será llevado a cabo por el marqués de Ensenada, por lo que tomará el nombre de Catastro de Ensenada. El Catastro, además de recoger información sobre la riqueza de sus reinos, hoy día nos proporciona un valiosísimo retrato de la realidad de muchas de aquellas personas.
Gracias al Catastro de Ensenada he podido saber un poquito más de lo que fue la vida de algunos de mis congéneres y de sus descendientes en Beniel: Fulgencio Albaladejo, Leandro Ponce, Simón Hernández… aparecen entre sus páginas:
a) Los Albaladejo, aparecen testimoniados en Beniel en 1722, fecha en que Fulgencio se casa con Juana Martinez. Según el registro parroquial de su matrimonio, sus padres Gines y Catalina son de San Javier (Murcia). Juana, por su parte, es hija de Antón Martinez y de Agueda Meseguer. Su padre, Antón, aparece en muchos de los censos firmados por Don Gil Francisco Molina. Su madre, Agueda, aparece como viuda en una obligación de pago datada en 1718. Ambos aparecen como naturales de La Ñora.
Le tengo mucha simpatía a esta pareja a raíz de haber encontrado sus defunciones y constatar que murieron muy juntitos en el tiempo tras más de cincuenta años de vida en común. Tal vez sea casualidad, pero me gusta soñar e imaginar que eran de esas parejas que no podían vivir el uno sin el otro…

Con todo, tal vez Fulgencio y Juana contaban con tres barracas entre sus posesiones. Tal vez, porque por extraño que parezca por esas fechas en esta pequeña población existe un homónimo, otro caballero de nombre Fulgencio Albaladejo, y que no parece tener mucho que ver con mi Fulgencio, a tenor de sus orígenes..:
- Fulgencio Albaladejo García, Fulgencio número 1, mi Fulgencio: Casado en 1722 en Beniel con Juana Martinez Meseguer. Hijo de Gines y Catalina. Sus padres son naturales de San Francisco Javier (Murcia).
- Fulgencio Albaladejo Sánchez, Fulgencio número 2, el homónimo: Casado en 1725 en Beniel con Inés Perea. Natural de Alquerías e hijo de Jose Albaladejo y Beatriz Sánchez. En 1740, viudo, se casa de nuevo con Manuela López. Consta como natural de Alquerías y sus padres de Pacheco.
De hecho, aún hay por la zona, un tercer Fulgencio Albaladejo, natural de Pacheco, casado con Magdalena Campillo en Murcia en 1733. Ignoro si todos ellos son familia, lo que parece más lógico, o ha sido una mala jugada del destino para los genealogistas futuros…

b) Leandro Ponce es nacido en Orihuela. Sus padres se casaron allí en 1684. Él se casaría con Tomasa Torrecillas en Beniel en 1716 y allí se instalaría. Leandro y Tomasa tenían dos casas:

c) Simón Hernández, por su parte, era natural de Murcia. Se casó con Nicolasa Franco, oriolana. Los padres de Simón ya estaban instalados en Beniel donde se casaron en 1707 procedentes de Aragón. La madre de Nicolasa era de Abarán (Murcia). Simón y Nicolasa contaban únicamente con una barraca:

(1) Armario Sánchez, F. (2002): «Estructura y propiedad de la tierra en Murcia, a mediados del siglo XVIII». Tesis doctoral. Dir. Javier María Donezar Diez de Ulzurrum. Universidad Complutense de Madrid.