Somos ADN, material genético, un bonito y complejo código, una larguísima sucesión de cuatro letras o nucleótidos engarzados gracias a la polimarasa a lo largo de 22 pares de cromosomas, además de un par extra que nos marca el género (XX si eres una mujer; XY si eres un hombre), una fascinante sopa de moléculas de ADN que heredamos de nuestros padres en porcentajes del 50% y en combinaciones diferentes según cada uno de nosotros (el ADN es así de caprichoso y aleatorio).

Aquí los tenemos, todos ordenaditos… (foto:German-mnet.de)
El análisis de nuestro genoma autosómico, bonita manera de referirnos a la carga genética contenida en cada uno de los 22 cromosomas, nos permite, además de la más que fundamental investigación de enfermedades, remontarnos en el pasado. En principio, hasta unas cinco generaciones, aunque de hecho, bastantes más, en función, por ejemplo, de la endogamia que haya podido haber en la familia o de la existencia de algunos segmentos de ADN «persistentes» llamados IBD – “identical by descendence».
Cuando analizas tu ADN, en mi caso con FTDNA, esperas ansiosa los resultados. Cuando llegan, te sorprendes e ilusionas al comprobar los posibles orígenes de tus ancestros y comienzas una búsqueda sin tregua sobre cada una de las poblaciones que aparecen en tus resultados. ¿Italiana? ¿Británica? ¿Los Balcanes? Pero si hasta donde me llega la memoria y más allá, gracias a la genealogía, los míos no han salido del este de la Península Ibérica…
Con el tiempo, relativizas mucho más e interiorizas algo que ya sabías, pero que «colocas» ahora en su justa medida. Los resultados son datos que hay que tomar con mucha cautela, con muchísima cautela. Las diferentes calculadoras que permitirían acercarte a tus orígenes usan para el cálculo poblaciones de muestra actuales en las que no ha habido demasiada influencia externa; y en realidad, los resultados no son si no semejanzas con estas poblaciones. Dicho de otro modo, detectar un porcentaje británico de tu ADN no significa que tengas un bisabuelo inglés, sino simplemente que tu ADN es similar al de la población de muestra tomada en Gran Bretaña. Puede ser que tengas un antepasado británico, puede ser que un antepasado común marchara hace siglos a Gran Bretaña, así como podría ser también que este porcentaje tuviera un origen basal; de modo que, simplemente las calculadoras nos ofrecen pistas que debemos investigar (por ejemplo, a través de la comparación de las cifras que se ofrecen de media para un “ibérico” en cuanto a las diferentes poblaciones e identificando “matches” o coincidencias con otras personas – su origen, los segmentos compartidos, la longitud del segmento mayor…).
A estos resultados, añades ahora la curiosidad por saber de manera cierta de ancestros directos de hace miles y miles y miles de años. Es posible. En nuestras células, las maravillosas mitocondrias contienen igualmente ADN, un ADN diferente al de los cromosomas y que pasa de madres a hijos (sí, por línea exclusivamente materna) generación tras generación.

Mira que me gusta una mitocondria…
Es un ADN peculiar por cuanto muta muy lentamente y nos permite descubrir migraciones históricas. Mi ADN mitocondrial, también el de mis hermanos, procede de mi madre, quien a su vez, lo heredó de su madre, y ésta de la suya… y así hasta el albor de los tiempos…
El ADN mitocondrial nos permite, por tanto, alcanzar nuestra primera «Eva» por línea materna.
Ésta es la misma idea de Bryan Sykes («Las siete hijas de Eva«), un profesor de genética, al que se debe la divulgación de los haplogrupos mitocondriales. A partir de Eva, cada una de sus «hijas» que nacerían en lugares y momentos diferentes irían conformando el árbol materno siendo cada una un haplogrupo.
Si eres hombre, el cromosoma de género, el cromosoma Y te permite además conocer tu línea agnaticia, tu primer «Adán», un antepasado directo por línea paterna que te remonta hasta el origen de tu linaje.

Te presento al cromosoma X (mitad de papá y mitad de mamá) y al cromosoma Y (todo él de sólo papá).
Esto es, tu cromosoma Y procede de tu padre, y éste del padre de tu padre, y el suyo del padre de aquel… Si no existen «eventos inesperados» esos resultados habrían de coincidir con la historia de tu apellido, aunque ya se sabe que esto no siempre es así (niños expósitos, cambios de apellido por cuestiones de herencia o cuando aún el sistema de asignación de apellidos no estaba fijado, un padre «inesperado»…).

En fin, esta es la historia de un maravilloso viaje hacia el pasado gracias al legado que los tuyos han dejado impreso en ti.